lunes, 13 de septiembre de 2010

La justa resaca


Ya había transcurrido casi una hora desde que arrancó una de las jornadas más calientes en el mediático proceso. Se trataba del día en que una de las partes debía exponer sus alegatos ante los jueces que definirían la suerte de los acusados, que eran concientes de que su suerte había sido echada mucho antes de ocupar sus banquillos. Típico caso donde las palabras publicadas obtienen más valor condenatorio que la propia resolución de los juzgadores.
En el pasillo ya se preguntaban el porqué de su demora. Más aún luego de que lo buscaran en el hotel y no obtuvieran más que la demoledora respuesta del conserje: “Aquí no ha regresado desde anoche”. En ese instante la estupefacción ganó la cara de quienes lo habían contratado para que dirigiera el equipo, atentos a que siempre fue uno de los más prominentes denunciantes cuando de mostrar los crímenes del poder se trataba. Considerado uno de los más duchos a la hora de sostener una acusación, fue nombrado director de uno de los grupos que buscaba justicia por el aberrante crimen. Principal cabeza en la que confiaban para terminar de convencer a los responsables de dictar sentencia, que hacían lo correcto en nombre de esa señora que camina la vida con una balanza.
Lo vieron venir. Saco oscuro impecable. La fina camisa de seda italiana disimulaba muy bien sus arrugas gracias a esa prominente panza sobre la que colgaba la punta de una excéntrica corbata con naranjas de tamaño considerable. Su rostro expresaba una tensa calma interrumpida por la agitación producida luego de correr hasta el tribunal. Iba seguro de sí, como sólo los profesionales orgullosos pueden hacerlo. El silencio cayó como un balde de agua helada cuando la sala completa giró para apuntar sus miradas contra el impuntual.
Avanzó en medio de la inquisitiva multitud y se sentó a la izquierda de su colega. Recuperó el aliento gracias a un vaso de agua cuando notó las marcas de la noche que se apegaban a su pantalón. Era barro. Una mezcla rara de tierra, agua, y alcohol barato. Ante el pedido del juez, se aclaró la garganta, y comenzó a informar procurando no dejar en evidencia su estado de trasnochado y peleador. Se trató del mejor alegato de su carrera. Tanto, que en la sentencia fue el único que sirvió a los jueces para fundar la condena. Ebrios pero de tanta verdad.
(Publicado en el semanario Día7 el 12/11/10)

domingo, 8 de agosto de 2010

Quimera

1
Envalentonado por ese viejo toro
que no paraba de bufar
derrapó en medio de la alfombra
fulminado
como el néctar rubí dispuesto a la caminata
Unas gotas sobre el invencible
filo de la verdad


2
Certeras dudas sobre el colchón
Recipientes que rebosan en la
tesitura de dos libretos
Los claustros
sumidos en versos líquidos y una farsa
que hiere

3
La estrechez de los labios fluctúa
su inmediata fantasía brotada
del yugo la bestia impone la cicuta
del ocio fútil
Aunadas en la apuesta Andrea y Laura
suspiran el rescate
(epifanía)

lunes, 19 de julio de 2010

El chamamé no se mancha


Nunca creyó que la música que abrazó desde chiquito le jugaría una mala pasada. Las mesas ya habían sido levantadas y apiladas a un costado, todo el espacio que se pudiera ganar era bienvenido para el baile tan programado entre las dos familias de la villa. En el fondo a toda la cuadra le puso feliz que la historia tuviera un final como éste.
Acompañando el vuelo rasante de los novios en pleno vals, las palmas de los invitados formaron un cerrado coro de alegría, interrumpido de vez en cuando por algún que otro sapucay. La celebración, tal y como soñaron desde que proyectaron vivir en pareja, incluyó al barrio en su totalidad. Festejo comunitario del que ningún vecino pudo quedar excluido, similar a los días de militancia y solidaridad. Atrás había quedado la etapa oscura y con la democracia recuperada, hasta las celebraciones más íntimas parecían merecer una fiesta popular. Al menos eso es lo que entendió la joven pareja formada unos seis años antes, sin descontar el tiempo en que él estuvo preso por su militancia estudiantil.
Inmediatamente después del vals, la improvisada pista de baile se convirtió en el centro de la fiesta gracias el conjunto donde aquel hábil acordeonista no paraba de seducir a las teclas de su fuelle con una maestría envidiable. Parecía abstraído del mundo, alejado de los que se desarrollaba a su alrededor cuando se sintió rodeado.
Abrió los ojos y enfrente halló un rostro que le pareció familiar. Quiso preguntar por qué le hicieron parar la música pero el padrino de la boda ya se le había adelantado tomando el micrófono. Con tono amable y monocorde el padrino sugirió que tocara Kilómetro 11 para acompañar una historia. El pasado afloró sin pedir permiso como el callado llanto del artista. El silencio le ganó al bullicio de los festejos y permitió que el padrino desenmascarara al músico y su cómplice pretérito.
En minutos el acordeón se transformó en la cruz del penitente por culpa del caprichoso destino. O la vida, que los volvió a poner cara a cara en aquella humilde fiesta en la que los roles sufrieron una leve transformación: ellos ya no ya no se encontraban amarrados a una vieja cama metálica y en cambio, era él quien estaba obligado a ejecutar la misma melodía a la que antes hizo pasar de himno a cómplice para callar los gritos que provenían del pozo. Las cicatrices tuvieron su metamorfosis y fueron devueltas a los primeros planos. Repetir la misma canción tres veces por cada víctima pareció poca revancha para la historia.
Aunque el verdugo haya ocultado los gritos con su cadencia, el chamamé no se mancha.

Publicado en el semanario Día7 el 18/07/10

lunes, 28 de junio de 2010

Defensas bajas


En cuanto sintió el roce de su piel, se estremeció sin disimular. Frunció el entrecejo y se le notó cierto fastidio porque el perfecto desconocido derribó una parte de la muralla. Esa misma que tanto le costó edificar. El muro de las apariencias donde cada ladrillo no representaba más que cierta visión masoquista que pretendió fabricar del amor. “No puede ser”, pensaba mientras se dejaba llevar, contra su voluntad, por aquellas manos sedientas y por el par de labios que le producía cosquillas, en ese tramo de la noche, hasta en el más profundo de sus prejuicios.
Acorralada por su propio deseo, intentó en vano poner las cosas en su lugar. No había razón para que la dominasen de ese modo tan poco contemplativo para con sus fortalezas. Pero algo dentro suyo la había abandonado y no hubo entidad superior que la pudiese rescatar. Sintió cómo la levantaban y arrastraban hasta el lecho como si se tratara de un simple objeto del que pensaban sacar provecho. Resignada, comprendió que le sería imposible sobrellevar los bajos instintos y pretendió el consuelo de creer que inmediatamente después del placer, todo volvería a la normalidad. Se dejó hacer.
Ambos cerraron los ojos y entrelazaron los cuerpos en una búsqueda desesperada por las sábanas. Paso a paso y a tientas en la oscuridad traspusieron la amplia habitación, rodeada de la espesura de un sin número de silencios. Únicamente la respiración entrecortada y el jadeo de los cuerpos permitían reconocer a los amantes en la previa de la faena.
Ellos se sentían prisioneros, él de su incontenible calor, ella de sus temores y anhelos contradictorios donde por un lado pretendía regresar al estado donde más segura se sentía y por el otro, unas ansias descomunales de apreciarlo dentro suyo; sin contemplaciones, pero con la fuerza suficiente para permitir el gozo supremo. Recostados en el limbo construyeron un amor sencillo y elocuente; con evidentes signos de un voraz apetito mutuo. Apetito que pareció no tener fin durante el lapso que los cobijó bajo un mismo abrigo que incluso, llegó a derretir el lento lagrimeo del tic- tac...
“¿Habré soñado?”, se preguntó entre risas mientras extendía su brazo izquierdo. Con el tacto recorrió los pliegues de la ausencia y luego de tanto batallar contra el goce enfrentó a la frialdad del abandono. Volvió en sí e hizo un pacto con ella misma. Se prometió que en breve los amantes no serían más que un buen recuerdo.

jueves, 24 de junio de 2010

Y una sombra ya pronto serás...


Era de noche y el verde césped se vislumbraba oscuro desde las tribunas. No era el efecto de los reflectores ni un truco de la televisión digital. Era la amarga sensación de saber que efectivamente el fin, había llegado.
Nadie imaginó en todo este tiempo que llegaría el instante en que alguno de sus seguidores se atrevería a cuestionarlo. Después de tantas noches de milagro, precisión, magia y gritos; el ocaso del ídolo se hizo presente y, como suele ocurrir en estos casos, los leñadores dialécticos no se demoraron en sacar sus hachas ante el héroe en desgracia.
Tiempo atrás fue el eje sobre el que giraban los sueños de millones de personas. Los que lo disfrutaban no paraban de golpear las palmas, lo que lo padecían, se mostraban resignados pero terminaban imitando a los otros; y sus rivales no podían creer lo que veían, algunos reflejaban admiración por las piruetas y pases milimétricos. Era el niño mimado de los relatores, que competían por ver quién lograba emocionar más a los hinchas con alguna de las descripciones, evocaciones o analogías con las que pretendían explicar lo inexplicable. Los otros, los comentaristas, buscaban en su memoria las jugadas más célebres que habían visto durante su carrera y no dudaban en colocar al ídolo, en el sitial de los semidioses que marcaron la historia del juego.
Él, en cambio, nunca dudó de sus condiciones ni fue capaz de mostrar egoísmo ante las circunstancias. Solidario con sus compañeros, hizo delirar a miles y a miles hizo ganar millones. Pase gol, centro gol, pisadita, caño, mano a mano y a cobrar; en la cancha y en el banco –no el de suplentes-. En todos lados fue conocido por su nombre de pila, el apellido era un mero adorno en su identificación desde mucho antes de que cruzara el gran charco y hasta su vuelta, que fue con gloria como la ida.
“¡Corré Román, la puta que te parió!”, gritó un niño de 13 año y a su ruego se sumaron las voces que lo rodeaban en la platea y de a poco, el eco fue invadiendo los demás lugares del mítico templo.
¡Corré Román! que los desagradecidos en este país, sobran.


Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN

martes, 15 de junio de 2010

Basta


Arcaicos augurios
de amores aplastados
Quijotes apócrifos
de calesitas dialécticas
Locura y pasión
se yuxtaponen
La doble moral de un mundo
encarnizado no basta
Subyace en la memoria
el recuerdo
de tiempos rendidos
y guerras infundadas
Las armas siguen
crucificando
Las palabras resisten
Una pluma me basta.

martes, 4 de mayo de 2010

Seguro


Se trató de una simple transacción comercial
Una circunstancia donde te servía
y me resultaba beneficioso
“Nos usamos mutuamente”, sugeriste aquella noche
sin tener en cuenta la letra chica del contrato
La póliza no cubre devoluciones
Mucho menos del corazón
en su actual estado.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El destino y los barrotes


Dicen que ante las asperezas, malos tragos y derrotas, el hombre tiende a buscar refugio en los brazos seguros de su amada. Salvo raras excepciones, los líderes del mundo –incluso los más atroces- tuvieron a la mujer que los aguardara más allá de las bondades de la opinión pública. Si hasta Hitler tuvo a Eva Braun, cualquier intención por menoscabar la afirmación es absurda.
Es una tarde calurosa en la isla Martín García y por entre los barrotes, el enamorado ve cómo se filtran los rayos a la diminuta celda. Consternado y temeroso de lo que puede venir, su único motivo de alegría es el incipiente amor que comenzó a cosechar con la actriz de cabellos rubiecitos. Los vigilantes saben que a un enamorado no se le puede negar papel y una lapicera. El preso escribe.


“Mi adorable tesoro: sólo cuando estamos apartados de quienes amamos, sabemos cuánto les amamos. Desde que te dejé ahí, con el mayor dolor que se pueda imaginar, no he podido sosegar mi desdichado corazón. Ahora sé cuánto te amo y que no puedo vivir sin ti. Esta inmensa soledad está llena de tu presencia. Tan pronto salga de aquí, nos casaremos y nos iremos a vivir en paz a cualquier sitio… Dile, por favor, a Mercante que hable con Farrell para saber si autorizan que nos vayamos a Chubut. Amor mío, tengo en mi cuarto aquellas pequeñas fotos tuyas y las contemplo todos los días con los ojos húmedos. Que no te pase nada o, de lo contrario, mi vida habrá acabado. Cuídate mucho y no te preocupes por mí, pero quiéreme mucho porque necesito tu amor más que nunca... Escribiré un libro sobre todo esto... Lo malo de este tiempo y especialmente de este país, es la existencia de tantos idiotas y, como sabes, un idiota es peor que un canalla... Muchos, muchísimos besos a mi queridísima
chinita”.


Es octubre de 1945 y el general Perón no encuentra otra salida para su carrera política que un exilio en la Patagonia argentina. Ignora que en dos días los obreros se autoconvocaran para exigir su libertad y jurarle lealtad. Al parecer, ningún mortal le escapa a su destino.
Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN

martes, 22 de septiembre de 2009

Dos

Fusión de identidades
el sarcasmo rehúye
transformar el salmo
Llenos los bolsillos
se agotan
Dos palabras
me fui...

martes, 15 de septiembre de 2009

Hábitos y tentaciones

La charla tomó un giro inesperado después de solucionar los problemas que aquejan a la selección Argentina. Para él, la culpa de esta debacle es la cabeza más grande, la que decide los destinos del fútbol como si fuera un rey.
- No puede ser que elija a un irresponsable como director técnico, se le escuchaba repetir. Fue entonces cuando la senda trazada por el café, nos depositó en el análisis de lo que son las tentaciones y hasta qué punto pueden obligarnos a optar por uno o varios caminos.
-Lo importante es qué es lo que se busca, reflexionó como invitando a divagar.
Fue inevitable recordar la charla que le tocó mantener con un taxista de la Capital, que mucho antes de manejar el Renault 12, supo conducir una ambulancia del servicio de emergencia. El conductor le reveló que casi todos los días le tocaba retirar el cuerpo de algún suicida, se trataba de una de las tareas más comunes durante sus jornadas.
-Los domingos se notaba más. Mucha gente de más de 40 años que elegía arrojarse a las vías del tren, nunca entendí muy bien el motivo, habiendo tantas formas, comentaba el chofer buscando los ojos del pasajero a través de los retrovisores mientras seguía narrando su experiencia.
-Lo más impactante y a lo que nunca me pude acostumbrar, eran los chicos. No podía evitar ver sus rostros de descanso sin imaginar a alguno de mis sobrinos, afirmaba aferrado al volante y siguiendo el ritmo de una canción transmitida por una AM, segundos antes de la confesión.
-En algún momento me picó el bichito, no sé, sentí como si fuera una salida elegante a los problemas. Pensé que se trataba de tomar coraje, cerrar los ojos y saltar a la nada. ¿Me va decir que no es tentador?
El mozo interrumpió la historia para completar una nueva ronda, haciendo equilibrio con la bandeja. Tiempo que fue suficiente para reflexionar sobre la reiteración de hábitos muchas veces justifican lo mundano, irracional y sugestivo hasta para los que ocultan sus emociones.
Después la gente se queja de la lentitud del Gran Capitán, dijo el mozo mientras se retiraba.
Publicado en el diario PRIMERA EDICION

domingo, 13 de septiembre de 2009

Diario


Lo irremediablemente cotidiano
son mis ansias y esta impericia
en el arte de abandonar
El abandono

sábado, 5 de septiembre de 2009

Las soledades compartidas

“Suelo elegir a mis amigos entre la gente triste…”

Al parecer, se trata de un amague, nada más. Santa Rosa sigue lejos y entonces, la noche se presenta propicia para los vicios y el pecado. El amigo extiende el dedo índice en clara señal para que el mozo se presente. Julio es hombre de whiski en las rocas, disfruta del bullicioso silencio del hall del casino mientras observa el devenir de las majas, que se ofrecen como consuelo de una noche. Tiene razón el poeta, hay amores que pueden ser eternos hasta que salga el sol. Amores tan puros que no le dan tiempo a las mañas y donde la cobardía no llega a ser un puñal. Amor.
Junto a la bebida llegan escuetas palabras que no se dicen, pero sugieren y dan a entender hacia dónde apunta la confesión. “No conozco un bohemio al que no le guste el juego”, se despacha mientras juega con una de las piedras de su vaso. Fichas, humo, tragamonedas, desesperados, suicidas, putas, todos confluyen en el mismo patio. Todos buscan la salvación eterna, sin suerte, porque seguirán con su ¿infructuosa? peregrinación. Es en ese punto donde se encuentra la línea que los une: son semejantes a buscadores de tesoros imposibles. Lo realmente trascendente no son las joyas, sino los senderos que se van acumulando. “Se trata de lazos invisibles con poderes ocultos. Fuerzas que nos contienen en el anhelo y el deseo de que la noche tenga un final feliz”, dicen sus ademanes bukownianos en lo que parece ser una plegaria al dios de la alfombra verde.
Se aproxima una rubia de pechos urgentes y manos insinuantes. Sin necesidad de abrir la boca, ambos saben cuál será el final. Ella busca la puerta y él la sigue despidiéndose en el andar. Ya está todo dicho. Después del amor cada uno se alejará en procura de su soledad. Julio coincide en que no hay mejor amanecer que su compañía.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICION)

domingo, 9 de agosto de 2009

Preso de una tentación

Ya sé. Todos me van a cuestionar, desde mamá hasta Roberto, el cura del barrio. Ni hablar de la Rita, que ya había organizado todo para el primer agasajo de mi primer recreo de 24 horas, fuera de estos barrotes. Me los imagino, con ojos fustigadores diciendo que fui un inconsciente y que cómo pudo ser que no aguanté. Es comprensible, sólo faltaban 15 días. Pero la tentación pudo más.
La noche anterior tuve un sueño que me dejó dando vueltas en la cama, en ese momento deseé como nunca ser libre de poder permanecer entre las cobijas sin que ningún arrogante uniformado dispusiera de mi tiempo. Hay quienes dicen que los sueños son una premonición, y les juro que lo mío fue aún más allá. Me ví rodeado por mis amigos, de toda la vida, los que me advirtieron que la junta del colegio me podía llevar por mal camino. Aunque no estoy muy de acuerdo con esa afirmación –el único que decidió por si mismo, como siempre, fui yo- extraño mucho su compañía y en lo onírico que resultó la previa del comienzo del fin, nos ví en la despensa de doña Rosa, disfrutando de un sándwich de humeante pan casero, una manteca irresistible y unas cuantas fetas de salchichón en el medio.
Nunca me pasó algo similar y les aclaro a los que no me conocen, que llevo muchos días en la prisión, encerrado dentro del encierro, todo para cumplir con la primera meta: obtener el rótulo de “buena conducta” que me permita salir antes de tiempo. Y hasta esa mañana lo estaba logrando. Tanto, que los guardias se tomaban algunas licencias mientras nosotros carpíamos el tosco terreno para complacer al director, que insistía con que teníamos que producir nuestros propios alimentos –o parte de ellos-. Les pido que no me juzguen. Cuando me dí cuenta que el portón no tenía el candado de siempre, aproveché. Corrí como nunca antes en busca de alguna despensa. Aunque las crónicas policiales de los periódicos digan que me fugué y se tomen con sorna la situación, yo sé muy bien lo que buscaba. Era eso y nada más.
Ahora que descanso los brazos sobre los fríos barrotes me doy cuenta. Pensar que todo fue por unas fetas.
(Publicado en el diario PRIMERA EDICION)

viernes, 31 de julio de 2009

Ayer


No llegamos a ser
acuciante temor
Fuiste todo.

miércoles, 29 de julio de 2009

Lejanía

“… que te sigo debiendo todavía una canción de amor.”

Fundamentalista de las confusiones
embarqué el barranco de tu risa
y dibujé letras en movedizas comedias
que ahogaron siniestros versos.

Signos que instigan a con-mover
necias caricias en nebulosas brisas
de infinitos mares sin faros
Nave sin rumbo allende de tus orillas.

jueves, 16 de julio de 2009

Balada de la pareja perfecta

“Gracias Dios. Por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas…”
Víctor Hugo Morales


Juega sin tapones y aunque nada en sus pies delate la presencia de algún material metálico, la pelota busca su zurda como si un imán invisible guiara su trayectoria. La estampa de crack se presenta en cada paso de su cansino trote y el esférico parece confirmar eso de que es como las novias, que se quedan junto a los que la tratan bien.
Las medias subidas hasta la canilla y el torrente que viaja en su camiseta lo descubren como un sacrificado que corre hasta la última; pero lo que es más importante, juega.
El que mira desde el arco opuesto se siente un espectador de lujo, observa cómo la presencia del delantero desparrama rivales desde la mitad de la cancha. Un rústico central intenta cruzarlo, pero él, parte indemne por el extremo izquierdo del campo de juego. Otro rival, un volante que pudo recuperar la carrera, expone su humanidad para trabar a la señorita, pero ella, caprichosa, se mantiene fiel a quien la acaricia.
En las tribunas y en los bancos de suplentes, se hace imposible no compararlo con aquellos potentes virtuosos de la sutileza, esos a los que los burros que sobran en todas las canchas, denominan lentos. “Lento, puede ser, pero quién se la saca”, se interrogó una vez el Bichi Borgui cuando cuestionaron a Román.
Mientras las mentes dibujan posibles desenlaces para la travesía, la suela frena la carrera del romántico y con un amague, el valiente caño dice presente. Y aunque no se trate de las piernas que le cortaron al Diego, un quiebre de cintura acomoda el perfil. El arquero se muestra resignado antes del final que llega mediante un sutil y delicado beso del pie derecho. La beldad se acomoda en la red y por unos segundos descansa luego de la novelesca carrera.
El alarido golpea en el tinglado, rebota y el eco zumba en los tímpanos de compañeros y contrarios, testigos absortos de la notable proeza. Una montaña humana sepulta al crack que entre abrazos no para de reír. A esta altura nadie recuerda el resultado y no es que lo importante sea competir. Como una pluma dijo una vez, es preferible perder con amigos que ganar con desconocidos.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICION)

domingo, 5 de julio de 2009

La conciencia y su Farsante

X. Mientan siempre.

La sábana no está cumpliendo al pie de la letra con su función. Se empaca y quiere evitar a toda costa cubrir la piel del moribundo que agoniza el frío de la madrugada, se queda en una punta, acurrucada y hostil. Desde afuera se palpa el paso cansino de un camión, el efecto es inevitable y entonces a los vidrios del ventanal no les queda otra alternativa que temblar sin entender muy bien por qué.
Es de noche y dentro de la habitación el mundo se detuvo, no logra soltarse de una amarra que ancla su curso. El Farsante reposa, parece ajeno a todo lo que se desarrolla a su alrededor, hojea un viejo manual donde descubre algunas anotaciones, probablemente hechas por él mismo en alguno de sus ataques de furia. Sus ojos se posan varios minutos en una frase que no le pertenecía –en este caso si estaba seguro- pero que podría servirle como estrategia para seguir sobreviviendo con el engaño. “Toda mi obra no es más que un largo e inexplicable plagio. Pero ésa es otra de las formas del amor”, reza la máxima, trazada en el papel con una letra apenas legible, señal inequívoca del momento en que llegó a ese destino.
El Farsante descubre que su vida se asemeja demasiado a la de un personaje inventado por la cabeza del literato del fracaso y la copia consecuente de su Billy: muerte, amargura y soledad fueron constantes en aquellas obras; oscuros protagonistas con una relación certera y estrecha con el más allá, ese al que algunos sienten demasiado más acá.
Como ellos, el Farsante siente que no tiene escapatoria y que es inevitable, que faltan pocos segundos para que el velo se haga a un costado y su rostro quede al descubierto. Con amargura en la sangre y marginalidad en las entrañas, añora Santa María y busca el divino perdón. Sabe que el destino ya está escrito y que a su pequeña historia, le restan pocos capítulos.

El Fin
(Publicado en el diario PRIMERA EDICION)

jueves, 2 de julio de 2009

Mi amigo el descamisado

Apenas iluminada por la pantalla de una laptop, la mesa es testigo de las licencias del encuentro. Es una habitación poco iluminada –naturalmente- y con las paredes del cuarto forradas por cientos de títulos de autores diversos, la charla discurre entre tragos que mezclan variados relatos ficticios o no, de épocas donde las letras lograban detener el tiempo. Tal y como aquellas tardes de la infancia, donde el límpido cielo se asemejaba a la tela de un viejo cine y donde las nubes oficiaban de principales protagonistas de la fantasía, el narrador describe cómo fue vivir los momentos de mayor exposición política, acaso la época donde la historia se convirtió en prosa y la lucha en denuncia, y donde los errores de unos pocos, los pagaron tantos muchos.
Aunque reconoce los deslices y el idealismo que los impulsaba, respira profundo para no dejarse ganar por la nostalgia aunque un brillo en la retina lo delata. “Lo que más aprendí con los años es que la muerte es una mierda, venga del lado que venga”, sintetiza con voz temerosa y describe la fastuosa movilización.
“Esa tarde nos juntamos en la unidad básica, yo era responsable de una, y llevamos a todos los compañeros en un colectivo. Desde temprano estuvimos en la plaza acomodando nuestras banderas bien cerquita del General, para que pudiera vernos bien. Te puedo asegurar que estuvo todo armado por el Brujo”, señala salteando una parte de los hechos, tal vez el más doloroso.
“Ese día no me lo voy a olvidar nunca. Ver a esos compañeros que crecieron durante los años de proscripción, que se pasaron años reuniéndose en la clandestinidad por el único pecado de pertenecer al movimiento; verlos con lágrimas en los ojos romper sus carné de afiliados fue una sensación difícil de afrontar”, dispara con los ojos perdidos, apuntando a una de las repisas, esa donde descansa una bolsa polvorienta, con tantas publicaciones en las que uno de los protagonistas –tiene seis amigos desaparecidos- vive hoy para contarla.
Avanza página a página. En el centro, una foto en blanco y negro que cubre dos hojas. En la imagen un joven de 20 años se toma de los brazos de un compañero, que hace lo mismo con otros y otros y otros. Avanzan hacia el olvido.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICION)

lunes, 29 de junio de 2009

Retrato torcido, machacado, congelado

Bastaron dos peldaños y el medio metro que separaba a la baranda de la escalera y la pared. Hasta esa calurosa siesta jamás había oído su voz y desde ese instante crucial comprendí que deseaba escucharla por el resto de mis días. Fue apenas un "hola, qué tal" que me dejó pasmado y ansioso por transformar esos vocablos en términos más íntimos.
Fue entonces cuando supuse que existe eso del amor a primera vista y me dispuse a entregarme de cuerpo entero, aún a sabiendas de que el riesgo era tan superior como mi apetito por sus manos.
Tembloroso, palpé su cintura y tuve que obligarme a ser capaz de soltarla, consiente que sería por unos instantes y absolutamente persuadido que aquel vientre sería sólo mío por el resto de mi existencia.
Ese instante duró apenas dos días, en los que me dispuse a abandonar los vicios que fui sembrando a lo largo de mi hasta ese momento, escabroso disfraz. Fueron 48 horas de puro vértigo en los que busqué como nunca antes intoxicarme con mi propio pecado, como los cachorritos a los que sus dueños les enseñan la importancia de no llenar la sala con sus desechos, haciéndoles comer su propia mierda.
Quise ser capaz de detestar todas las realidades que me hicieron esto. Traté de no pensar en ella para evitar sentir culpa y me entregué a las fauces del vicio con la voracidad de los discípulos en la última cena junto a su maestro. Era el último sacrificio.
Los primeros meses se agotaron en segundos y ambos nos consumimos mutuamente sin que ninguno se atreviera a dar el primer paso por fuera de nuestro círculo, que a pesar de que achicaba con cada ajuste, nos seguía perteneciendo. Caminamos, retozamos, birlamos compromisos, abjuramos y volvimos a ser con la fantasía de que el primitivo contacto de pasillo fue sin lugar a dudas una trampa que el destino nos preparó para demostrarnos que a pesar de todo, algo nos tenía preparado.
Hoy, presiento y agradezco. Nos perdono y tal vez lo volvería a repetir. O no.
Casi me caso con un retrato.
(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)

martes, 16 de junio de 2009

¿Haiku?


Tus gracias se apilan en el rincón
desparraman gracia desde la cima
donde explotan las dotes de mi sima.

lunes, 8 de junio de 2009

Disfraz


Conocí tus atributos
de musa insolente
Y el sol me descubrió
con el estigma de tu bálsamo
tatuado en el desaire

Esos artificios de reina del disfraz
tan solo me encerraron
en la quimera de la reyerta

Tú doctrina de irresoluto ocaso
no menguó mi confuso apuntador
que en álgidas vigilias
me aleja de tus versos
tu donaire tú único
complejo yo.

martes, 2 de junio de 2009

Teatro y el arte de convencer

La opereta es un tipo de teatro musical, animado y satírico, cuya característica fundamental es la de contar con una trama argumental inverosímil y disparatada.
Enciclopedia Wikipedia


El tipo avanza por la vereda opuesta al bar de la costanera. Celular en mano, vocifera estrategias posibles para convencer y resultar elegido, mira por entre sus oscuros anteojos y simula saludar a alguien que disfruta de una extravagante bebida frente al río.
Camina con la espalda erguida y la mano libre gesticulando. Asiente con los puños y niega con el movimiento de su dedo índice. "No, eso no, acordate que hay que saber manipular, además eso no es trampa porque todo es por su bien", se oye mientras apura el ritmo para alcanzar a un grupo de señoras que aprovecha el frescor del atardecer para hacer footing.
En su historia personal -siempre es bueno tomar sus propias palabras para describirlo- se destacó por ser un gran negociador, de esos que no abundan en los tiempos de la banda ancha y la inmediatez. De chico, lograba convencer a los más tímidos de su grado para que lo acompañaran en alguna de sus travesuras y como si se tratara de un mago, lograba desligar su responsabilidad sobre cualquier acto. "Perece que era invisible y nadie, pero nadie, se atrevía a contarle a la maestra que el responsable era él", recuerda uno de sus amigos, el que lo acompaña desde las épocas de Titanes en el ring.
Ya en la adolescencia aprendió a utilizar esta herramienta para conseguir lo que se proponía. Inescrupuloso como pocos, se ganó una fama que le valió varios triunfos y no pocas derrotas. Pero a pesar de las vicisitudes, el ímpetu que le estampaba a su autoestima dejaba huellas indisimulables en todo su entorno. A los 13 años ya obtuvo el primer gran triunfo cuando Greta, una de las mujeres más hermosas de su división, hija de un reconocido dirigente político, se atrevió a ser su primer beso -y algo más-.
“Dale, si vos la conoces más que yo. No te olvides que por la felicidad de tu amiga tenés que hacer cualquier cosa”, fue la última frase antes de cortar, convencido que en la política y en el amor, cualquier estrategia es válida.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)

martes, 26 de mayo de 2009

El escribidor en su laberinto

"Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocación es la del presdigitador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la literatura".

Apenas una rendija en la persiana por donde el sol se cuela, acaso advirtiendo su presencia e invitando a disfrutar de una salida al aire libre. Adentro, la oscuridad reina y el silencio es apenas interrumpido por el sonido de unas teclas que reciben la caricia de unas manos casi indivisibles.
Un rostro se muestra preocupado y detrás del cristal de los anteojos, se advierte un ceño fruncido, gesto de preocupación por esa idea que no termina de cerrar. De todos modos avanza letra a letra, conjugando verbos o inventando algún término nuevo; como le escuchó decir a su maestro muchas veces, todo está permitido, menos dejar de intentarlo. Con esta premisa busca conquistar los versos ocultos y navega entre párrafos que están, pero no muestran su cuerpo.
En un abrir y cerrar de ojos, observa que febo se refleja en uno de los cristales y recuerda una historia que había leído en su infancia. Se trataba de un personaje muy singular, retratado por algún escritor que no recordaba, pero que gracias a un bicho de luz, pudo escapar de un frondoso bosque inundado de alimañas, vegetación y, aunque no los nombraba, algunos fantasmas que lo atosigaban.
No pudo evitar trazar esa analogía y verse a sí mismo como aquel, que temeroso, se aferra a cualquier señal que lo pueda liberar; aún sin saber si se trata del destino o de Dios. Ese pensamiento, lo llevó a darse cuenta lo pretensioso que puede sonar identificarse como un hombre de las letras, cuando en realidad ellas -las letras- son las únicas dueñas de si mismas.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)

Cucarachas en el colectivo

(Texto original sin editar)
El calor no da tregua y para colmo, el aire acondicionado de esta unidad no funciona o se niega a dar alivio o al igual que todos en sus asientos, se dejó vencer por la humedad aplastante de la siesta después del chaparrón. En tus oídos suena una canción de Fito Páez y tu cabeza es un mboyeré de sentimientos encontrados; nostalgias del pasado reciente y una imagen que se vuelve real, esa en la que te ves en el rincón, acurrucado y lamentando el haber dejado todo a cambio de nada, la misma que se repite todas las veces que sentís que volviste a fracasar y te autoinculpas por lo que fue y por todo aquello que no pudo ser.
Esa noche ella te esperó en la esquina antes convenida. Fue una suerte de primer contacto antes de iniciar un camino que puede resultar sinuoso –todavía no está dicha la última palabra- . Comprendo tus ansias por brindar algo de esa mole de sentimientos que te invade, pero, siempre hay varios peros.
La medianera lateral de la catedral fue testigo de la escueta charla en la que, intuyo, ambos quisieron decir más de lo que el periodo de tiempo les podía permitir. Las palabras se chocaron unas con otras y las anécdotas tristes se combinaron con alguna carcajada por las ocurrencias típicas que sabés utilizar para escapar a los asuntos engorrosos. Nada salió como habías planeado, lo que en principio hubiera sido el encuentro de dos soledades con destino común, se convirtió en una mueca insignificante lindante con lo absurdo; lo absurdo de creer que por un par de charlas escritas, puede nacer un sentimiento.
Se que es duro aceptar que la realidad suele ser diferente a las vivencias virtuales y que, aquello que parecía oro a través del monitor, puede resultar en terrible desencanto. ¿Que en realidad te gustó tanto como en la red? Puede ser, pero tus desmedidas ganas volvieron a traicionarte y se agrega a tu larga lista de desilusiones una persona más.
También puedo reconocer que, felizmente, esta enfermedad crónica que padecés se manifiesta en tu vida mucho más de lo que debería. Y a pesar de la dureza con que te golpearon hace un tiempo, tus ganas de dejar todo en la búsqueda de eso que tanto aguardas, te llevan a golpear molinos y a silenciarme sabiendo que soy tu sancho y que todo lo que te adolece, repercute en mí. Prometo que desde esta misma tarde, voy a concientizarme que la próxima aventura, está a la vuelta de la esquina. Quizá esté cerca el fin de la ruta…

lunes, 18 de mayo de 2009

Pura catarsis de arena

“Mi vida es una hoja en blanco, un piano desafinado, diez dedos largos y flacos, y un manojo de palabras”

Pasó el temporal y atrás se quedaron las incongruencias que maduraron con el tiempo. Nunca como en estos días he sentido la necesidad de realizar un viraje extremo, un punto y aparte que transforme las cosas y me convierta en una historia digna de ser contada por una avezada pluma, al igual que tantas que circulan de mano en mano.
Aquel reloj de arena vuelve a dejar caer los diminutos granos y permiten respirar sin esa pinchazón, aquella que ni los médicos ni las pitonisas han logrado calmar. Alguien dijo por ahí que el mejor remedio es el tiempo pero a nadie se le ha ocurrido aclarar que ningún mortal ha podido, hasta ahora recurrir a la fórmula mágica que lo pueda adelantar.
“El desamor y la ruptura no se manifiestan en el cuerpo, todo forma parte de la mente enferma”, me había dicho una vez, una ex estudiante de medicina, con título (original) y chaquetilla blanca. “Algunos pretenden vivir dentro de los libros y lejos de la realidad”, pensaba yo mientras suspiraba para aliviar la sensación de ahogo.
Hoy es viernes y frente a mi, unas letras rojas de tamaño considerable, anuncian que la temperatura ambiente no supera los 20 grados centígrados. Presiento que en mi interior, ese caprichoso e invasivo artefacto no puede medir las sensaciones. Por dentro las entrañas queman mientras por afuera, del otro lado de la ventanilla, los carteles indican que restan pocos kilómetros para llegar a la meca.
Sobre mi cabeza, brilla una pantalla plana y algunos subtítulos se escapan a mis dedos. Se trata de una película que ya la he visto en alguna ocasión, pero al contrario de antes, no me siento protagonista de esa historia. Tal vez se deba a la máquina del mundo, que como he notado en los últimos días, nunca ha dejado de funcionar o puede ser el yuyo de la ilusión, pero nada me afecta y he decidido no cuestionar a los risueños sofistas, por ahora, es mejor no pensar.
Aquí me hallo, golpeando a tu puerta.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)

sábado, 16 de mayo de 2009

Piquete contra si misma

“y aunque la noche pase y yo te tenga y no”

Analiza todas las palabras en busca de alguna justificación. No pierde los segundos y ante la primera aparición de una supuesta ofensa, muestra los dientes en señal de descontento. La escena es repetida y a casi nadie sorprende este tipo de reacción, que se inició hace un tiempo, luego de una frustrante aventura que culminó en desencanto.
Desde ese día, comenzó a ocultarse detrás de un velo de acero al que nadie puede acceder y a pesar de que se confiesa como una ferviente defensora del amor, su propia vida está atravesada por la insatisfacción. Tan metida se encuentra en el rol, que nunca se detuvo a analizar que en los hechos, la única damnificada resulta ella, con esa manía de inventarse fantasmas.
"¡No, no nena! no podés sentirte tan sola... habiendo tanta gente...", escribió una noche, dueña absoluta de sus pasos y forjadora irremediable de su dolor; ese que le hace renguear ante cualquier posibilidad que es desechada y acumulada en un profundo pozo, que parece no tener fondo, tanto como su perversión.
Los caminos que se le presentan son cerrados de inmediato al tránsito de personas, un embotellamiento del ir y venir, detenido en un fracaso -que en su inconsciente reconoce medio absurdo-. Quemando ilusiones, su autopiquete gana la batalla por gobernar la percepción y le intoxica con el humo propio del fuego iniciado por un pirómano conocido.
En esa barricada se encuentran, ella y sus temores, potenciándose para mantener cerrado el viaducto. No hay forma de levantar las barreras porque su propia nobleza no es seguidora de la represión; ya bastante mano dura tiene con ella misma.
Pero como en todo encierro autoimpuesto, existe una vía de escape para aliviar el discurrir de los hechos. En versos se anima a expresar todas aquellas dudas que la mantienen en vilo y letra a letra, su arte se asemeja más a un desesperado pedido de auxilio, que a la poesía en sí.
"Me cansé de hablar, nunca terminamos de solucionar nada... ¡Callate! y dame un beso", ruega, y parece levantar la barrera del peaje.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)

lunes, 20 de abril de 2009

Catarsis

a Carlos Ruvira
Hubiera, hubiese, no hubo
no fue, no fuimos, adiós.
Conjugamos soledades
para adjetivar compañías

Improviso diatribas
vinculado a una dimisión
Detrás de una pintura irreal
se alimenta
la catarsis opuesta
que mata el poema.

martes, 3 de marzo de 2009

Destierro



El desconsuelo me apodera
como un espíritu de facto para
reorganizar mi enferma
democracia interior
La sombra del pasado invade
clamorosas esperas y
atardeceres opacos
de ausencias sin límite
Ahora comprendo
peor que la muerte
es el destierro
de tus brazos y
el exilio de tus besos.

viernes, 27 de febrero de 2009

Ausente

Pasos me separan de tu esencia
atiborrado de añoranzas
pernocto el bosquejo
de esta orfandad inventada

Cobarde me inclino a la frontera
que ejecuta gimoteos de desertores
en eternas luchas plagiadas

Ahogado en mi propia ausencia
tomo las riendas de mis baladas
Adusto omito el cristal
cruzo las piernas
y persevero.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Desentristecer- te


Otra vez en esta simiente
de pájaro sin vuelo
divago en la solitaria
niebla del verso herido
Una luz guía mi impulso
allá voy
temeroso/expectante...
Desentristecer- te

viernes, 20 de febrero de 2009

Vacíos

(A Ella, quién otra)
Te regalé una carta desnuda
Me respondiste no escribo, hablo.
Una nimiedad resultó en versos...
Digo con la tinta.


Planeo la citadina presión de tus ojos
arrebato los tiernos relieves de tus caricias
mientras me ahogo en las prudencias de tus vacíos
como un ave embriagada
sin abrigo

La llave de tu postillo intacta presume la arrogancia
mis pasos no invadieron su porte

Una herida sangra la tentación de tus labios
expresa con ahínco
“Mi fragilidad se debilita en el lecho de tu silencio”.

lunes, 16 de febrero de 2009

Apenas

En noches análogas mis enemigos
se asemejan a oscuros misiles
que apuntan en la penumbra
y transforman el cielo de mi habitación
en una patética muestra de poderío bélico
y miedo escénico ante la realidad
del no querer ser
o no saber qué ser
o no reconocer lo que soy
y no me animo a ser

Un retrato amarillento perdido
en un depósito de vanas ilusiones

Una gota de agua en el desierto
de tu olvido

Una marioneta que escapó
de quien lo manipula

Un cartel luminoso para un ciego

Apenas el reflejo de una llama
que se extingue de a poco
como la esperanza de tu regreso.

Perspicaz

En la cuarta estadía
de un espectro insigne
infames falacias adornan
la percepción
Oculta tras el espejo
el reflejo de tu risa
oprime este puño
NO TE AMO

sábado, 14 de febrero de 2009

Nekama



Agazapado persisto
en la mazmorra
del destierro
El clamor enmudece
mi silencio grita
nekama, nekama

Posguerra

"La contradicción es la prueba mas tajante de que estamos vivos".
Eduardo Galeano


Mis ojos se cierran
una luz fluorescente
invade mi rostro
puesto en sentido
perpendicular a mi cabeza
me pregunto si estaré muerto

Mis manos despiden un líquido
similar a la transpiración
es frío, agrio, espeluznante

Mi respiración se acelera
¡No estoy muerto!

Un yo mío quiere estarlo
el otro lucha para tratar de impedirlo
y el verdadero queda como en un
estado de posguerra
donde ningún contrincante gana
pero yo pierdo

Bardo




“Se filtra la desolación de saber que estos son
los últimos versos que te escribo…”

Joaquín Sabina



Las noches de impúdica caricia
forman parte de un pasado ausente
condenado a la prescripción

No quedan madrugadas
de contagiosos ruidos
ni paseos montados
a tangos locos

La poesía del eterno sarcasmo
escondió las bestias en la pared

Una retina guardó tus comisuras
en la cofradía de aquel santo reproche
y una sábana en el suelo de la habitación
denuncia que este bardo
ya no trepa por tus recuerdos...
como una enredadera

Hoguera

Versos que destilan ausencias
pasos que eternizan miradas
perfumes de una gélida noche
arropado en las cobijas
de tu lisonja
Murmullos del silencio
en paupérrimas trampas
Dientes apretados
Gatillos en redención
sobre la espesa
sien en llamas