lunes, 29 de junio de 2009

Retrato torcido, machacado, congelado

Bastaron dos peldaños y el medio metro que separaba a la baranda de la escalera y la pared. Hasta esa calurosa siesta jamás había oído su voz y desde ese instante crucial comprendí que deseaba escucharla por el resto de mis días. Fue apenas un "hola, qué tal" que me dejó pasmado y ansioso por transformar esos vocablos en términos más íntimos.
Fue entonces cuando supuse que existe eso del amor a primera vista y me dispuse a entregarme de cuerpo entero, aún a sabiendas de que el riesgo era tan superior como mi apetito por sus manos.
Tembloroso, palpé su cintura y tuve que obligarme a ser capaz de soltarla, consiente que sería por unos instantes y absolutamente persuadido que aquel vientre sería sólo mío por el resto de mi existencia.
Ese instante duró apenas dos días, en los que me dispuse a abandonar los vicios que fui sembrando a lo largo de mi hasta ese momento, escabroso disfraz. Fueron 48 horas de puro vértigo en los que busqué como nunca antes intoxicarme con mi propio pecado, como los cachorritos a los que sus dueños les enseñan la importancia de no llenar la sala con sus desechos, haciéndoles comer su propia mierda.
Quise ser capaz de detestar todas las realidades que me hicieron esto. Traté de no pensar en ella para evitar sentir culpa y me entregué a las fauces del vicio con la voracidad de los discípulos en la última cena junto a su maestro. Era el último sacrificio.
Los primeros meses se agotaron en segundos y ambos nos consumimos mutuamente sin que ninguno se atreviera a dar el primer paso por fuera de nuestro círculo, que a pesar de que achicaba con cada ajuste, nos seguía perteneciendo. Caminamos, retozamos, birlamos compromisos, abjuramos y volvimos a ser con la fantasía de que el primitivo contacto de pasillo fue sin lugar a dudas una trampa que el destino nos preparó para demostrarnos que a pesar de todo, algo nos tenía preparado.
Hoy, presiento y agradezco. Nos perdono y tal vez lo volvería a repetir. O no.
Casi me caso con un retrato.
(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)

martes, 16 de junio de 2009

¿Haiku?


Tus gracias se apilan en el rincón
desparraman gracia desde la cima
donde explotan las dotes de mi sima.

lunes, 8 de junio de 2009

Disfraz


Conocí tus atributos
de musa insolente
Y el sol me descubrió
con el estigma de tu bálsamo
tatuado en el desaire

Esos artificios de reina del disfraz
tan solo me encerraron
en la quimera de la reyerta

Tú doctrina de irresoluto ocaso
no menguó mi confuso apuntador
que en álgidas vigilias
me aleja de tus versos
tu donaire tú único
complejo yo.

martes, 2 de junio de 2009

Teatro y el arte de convencer

La opereta es un tipo de teatro musical, animado y satírico, cuya característica fundamental es la de contar con una trama argumental inverosímil y disparatada.
Enciclopedia Wikipedia


El tipo avanza por la vereda opuesta al bar de la costanera. Celular en mano, vocifera estrategias posibles para convencer y resultar elegido, mira por entre sus oscuros anteojos y simula saludar a alguien que disfruta de una extravagante bebida frente al río.
Camina con la espalda erguida y la mano libre gesticulando. Asiente con los puños y niega con el movimiento de su dedo índice. "No, eso no, acordate que hay que saber manipular, además eso no es trampa porque todo es por su bien", se oye mientras apura el ritmo para alcanzar a un grupo de señoras que aprovecha el frescor del atardecer para hacer footing.
En su historia personal -siempre es bueno tomar sus propias palabras para describirlo- se destacó por ser un gran negociador, de esos que no abundan en los tiempos de la banda ancha y la inmediatez. De chico, lograba convencer a los más tímidos de su grado para que lo acompañaran en alguna de sus travesuras y como si se tratara de un mago, lograba desligar su responsabilidad sobre cualquier acto. "Perece que era invisible y nadie, pero nadie, se atrevía a contarle a la maestra que el responsable era él", recuerda uno de sus amigos, el que lo acompaña desde las épocas de Titanes en el ring.
Ya en la adolescencia aprendió a utilizar esta herramienta para conseguir lo que se proponía. Inescrupuloso como pocos, se ganó una fama que le valió varios triunfos y no pocas derrotas. Pero a pesar de las vicisitudes, el ímpetu que le estampaba a su autoestima dejaba huellas indisimulables en todo su entorno. A los 13 años ya obtuvo el primer gran triunfo cuando Greta, una de las mujeres más hermosas de su división, hija de un reconocido dirigente político, se atrevió a ser su primer beso -y algo más-.
“Dale, si vos la conoces más que yo. No te olvides que por la felicidad de tu amiga tenés que hacer cualquier cosa”, fue la última frase antes de cortar, convencido que en la política y en el amor, cualquier estrategia es válida.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)