jueves, 24 de junio de 2010

Y una sombra ya pronto serás...


Era de noche y el verde césped se vislumbraba oscuro desde las tribunas. No era el efecto de los reflectores ni un truco de la televisión digital. Era la amarga sensación de saber que efectivamente el fin, había llegado.
Nadie imaginó en todo este tiempo que llegaría el instante en que alguno de sus seguidores se atrevería a cuestionarlo. Después de tantas noches de milagro, precisión, magia y gritos; el ocaso del ídolo se hizo presente y, como suele ocurrir en estos casos, los leñadores dialécticos no se demoraron en sacar sus hachas ante el héroe en desgracia.
Tiempo atrás fue el eje sobre el que giraban los sueños de millones de personas. Los que lo disfrutaban no paraban de golpear las palmas, lo que lo padecían, se mostraban resignados pero terminaban imitando a los otros; y sus rivales no podían creer lo que veían, algunos reflejaban admiración por las piruetas y pases milimétricos. Era el niño mimado de los relatores, que competían por ver quién lograba emocionar más a los hinchas con alguna de las descripciones, evocaciones o analogías con las que pretendían explicar lo inexplicable. Los otros, los comentaristas, buscaban en su memoria las jugadas más célebres que habían visto durante su carrera y no dudaban en colocar al ídolo, en el sitial de los semidioses que marcaron la historia del juego.
Él, en cambio, nunca dudó de sus condiciones ni fue capaz de mostrar egoísmo ante las circunstancias. Solidario con sus compañeros, hizo delirar a miles y a miles hizo ganar millones. Pase gol, centro gol, pisadita, caño, mano a mano y a cobrar; en la cancha y en el banco –no el de suplentes-. En todos lados fue conocido por su nombre de pila, el apellido era un mero adorno en su identificación desde mucho antes de que cruzara el gran charco y hasta su vuelta, que fue con gloria como la ida.
“¡Corré Román, la puta que te parió!”, gritó un niño de 13 año y a su ruego se sumaron las voces que lo rodeaban en la platea y de a poco, el eco fue invadiendo los demás lugares del mítico templo.
¡Corré Román! que los desagradecidos en este país, sobran.


Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN

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