jueves, 16 de julio de 2009

Balada de la pareja perfecta

“Gracias Dios. Por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas…”
Víctor Hugo Morales


Juega sin tapones y aunque nada en sus pies delate la presencia de algún material metálico, la pelota busca su zurda como si un imán invisible guiara su trayectoria. La estampa de crack se presenta en cada paso de su cansino trote y el esférico parece confirmar eso de que es como las novias, que se quedan junto a los que la tratan bien.
Las medias subidas hasta la canilla y el torrente que viaja en su camiseta lo descubren como un sacrificado que corre hasta la última; pero lo que es más importante, juega.
El que mira desde el arco opuesto se siente un espectador de lujo, observa cómo la presencia del delantero desparrama rivales desde la mitad de la cancha. Un rústico central intenta cruzarlo, pero él, parte indemne por el extremo izquierdo del campo de juego. Otro rival, un volante que pudo recuperar la carrera, expone su humanidad para trabar a la señorita, pero ella, caprichosa, se mantiene fiel a quien la acaricia.
En las tribunas y en los bancos de suplentes, se hace imposible no compararlo con aquellos potentes virtuosos de la sutileza, esos a los que los burros que sobran en todas las canchas, denominan lentos. “Lento, puede ser, pero quién se la saca”, se interrogó una vez el Bichi Borgui cuando cuestionaron a Román.
Mientras las mentes dibujan posibles desenlaces para la travesía, la suela frena la carrera del romántico y con un amague, el valiente caño dice presente. Y aunque no se trate de las piernas que le cortaron al Diego, un quiebre de cintura acomoda el perfil. El arquero se muestra resignado antes del final que llega mediante un sutil y delicado beso del pie derecho. La beldad se acomoda en la red y por unos segundos descansa luego de la novelesca carrera.
El alarido golpea en el tinglado, rebota y el eco zumba en los tímpanos de compañeros y contrarios, testigos absortos de la notable proeza. Una montaña humana sepulta al crack que entre abrazos no para de reír. A esta altura nadie recuerda el resultado y no es que lo importante sea competir. Como una pluma dijo una vez, es preferible perder con amigos que ganar con desconocidos.

(Publicado en el diario PRIMERA EDICION)

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