“Mi vida es una hoja en blanco, un piano desafinado, diez dedos largos y flacos, y un manojo de palabras”
Pasó el temporal y atrás se quedaron las incongruencias que maduraron con el tiempo. Nunca como en estos días he sentido la necesidad de realizar un viraje extremo, un punto y aparte que transforme las cosas y me convierta en una historia digna de ser contada por una avezada pluma, al igual que tantas que circulan de mano en mano.
Aquel reloj de arena vuelve a dejar caer los diminutos granos y permiten respirar sin esa pinchazón, aquella que ni los médicos ni las pitonisas han logrado calmar. Alguien dijo por ahí que el mejor remedio es el tiempo pero a nadie se le ha ocurrido aclarar que ningún mortal ha podido, hasta ahora recurrir a la fórmula mágica que lo pueda adelantar.
“El desamor y la ruptura no se manifiestan en el cuerpo, todo forma parte de la mente enferma”, me había dicho una vez, una ex estudiante de medicina, con título (original) y chaquetilla blanca. “Algunos pretenden vivir dentro de los libros y lejos de la realidad”, pensaba yo mientras suspiraba para aliviar la sensación de ahogo.
Hoy es viernes y frente a mi, unas letras rojas de tamaño considerable, anuncian que la temperatura ambiente no supera los 20 grados centígrados. Presiento que en mi interior, ese caprichoso e invasivo artefacto no puede medir las sensaciones. Por dentro las entrañas queman mientras por afuera, del otro lado de la ventanilla, los carteles indican que restan pocos kilómetros para llegar a la meca.
Sobre mi cabeza, brilla una pantalla plana y algunos subtítulos se escapan a mis dedos. Se trata de una película que ya la he visto en alguna ocasión, pero al contrario de antes, no me siento protagonista de esa historia. Tal vez se deba a la máquina del mundo, que como he notado en los últimos días, nunca ha dejado de funcionar o puede ser el yuyo de la ilusión, pero nada me afecta y he decidido no cuestionar a los risueños sofistas, por ahora, es mejor no pensar.
Aquí me hallo, golpeando a tu puerta.
(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)
Pasó el temporal y atrás se quedaron las incongruencias que maduraron con el tiempo. Nunca como en estos días he sentido la necesidad de realizar un viraje extremo, un punto y aparte que transforme las cosas y me convierta en una historia digna de ser contada por una avezada pluma, al igual que tantas que circulan de mano en mano.
Aquel reloj de arena vuelve a dejar caer los diminutos granos y permiten respirar sin esa pinchazón, aquella que ni los médicos ni las pitonisas han logrado calmar. Alguien dijo por ahí que el mejor remedio es el tiempo pero a nadie se le ha ocurrido aclarar que ningún mortal ha podido, hasta ahora recurrir a la fórmula mágica que lo pueda adelantar.
“El desamor y la ruptura no se manifiestan en el cuerpo, todo forma parte de la mente enferma”, me había dicho una vez, una ex estudiante de medicina, con título (original) y chaquetilla blanca. “Algunos pretenden vivir dentro de los libros y lejos de la realidad”, pensaba yo mientras suspiraba para aliviar la sensación de ahogo.
Hoy es viernes y frente a mi, unas letras rojas de tamaño considerable, anuncian que la temperatura ambiente no supera los 20 grados centígrados. Presiento que en mi interior, ese caprichoso e invasivo artefacto no puede medir las sensaciones. Por dentro las entrañas queman mientras por afuera, del otro lado de la ventanilla, los carteles indican que restan pocos kilómetros para llegar a la meca.
Sobre mi cabeza, brilla una pantalla plana y algunos subtítulos se escapan a mis dedos. Se trata de una película que ya la he visto en alguna ocasión, pero al contrario de antes, no me siento protagonista de esa historia. Tal vez se deba a la máquina del mundo, que como he notado en los últimos días, nunca ha dejado de funcionar o puede ser el yuyo de la ilusión, pero nada me afecta y he decidido no cuestionar a los risueños sofistas, por ahora, es mejor no pensar.
Aquí me hallo, golpeando a tu puerta.
(Publicado en el diario PRIMERA EDICIÓN)
1 comentario:
Un escritor regala sus palabras al mundo y da luz cuando las mismas logran transmitir su ser. Un escritor es quien tiene la capacidad de “sentir” la vida sin dejar que le pase en vano...entregándose en sus vocablos a cada uno que quiera recorrerlo.
Eres todo un escritor…que más pedir de la vida??!!!
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